Ilusiones fundadas en el tratado de 1874.
Desde la
organización del país, se sostuvo que la frontera norte del territorio chilero era el desierto de
Atacama, una imprecisión que propiciaba diferentes interpretaciones respecto de
hasta donde llegaba la soberanía ejercida por Chile en la zona y, por ende, el
límite con Bolivia. El gobierno afirmaba por entonces que Chile dominaba hasta
el paralelo 23, mientras que Bolivia ratificaba su soberanía hasta el paralelo
25, lo que generaba controversias entre ambas naciones.
En 1866,
bajo la presidencia de José Joaquín Pérez y del general Mariano Melgarejo, en
Chile y Bolivia, respectivamente, se intentó resolver las diferencias
limítrofes a través de un tratado que fijó la frontera de ambos países en el
paralelo 24. Además, el acuerdo señalaba que las ganancias obtenidas por la
producción salitrera y guanera entre los paralelos 23 y 25 serían repartidas en
partes iguales entre las dos naciones.
Sin embargo,
chile nunca recibió las mencionadas ganancias, por lo que se hizo necesaria una
nueva ronda de gestiones diplomáticas.
Las
conversaciones llegaron a buen término en 1874, año en que se anuló el acuerdo
anterior, manteniéndose como límite el paralelo 24, pero sin repartición de
ganancias y con la renuncia absoluta de ambos países a las aspiraciones
territoriales más allá del paralelo establecido. Además, se determinó en el
acuerdo que por un plazo de 25 años Bolivia se comprometía a no fijar nuevos
impuestos sobre las empresas y personas chilenas que explotaban las riquezas
minerales en la región.
Daza asume el poder en Bolivia. Agravación de los
abusos de las autoridades bolivianas del litoral.
En marzo de
1876, el general Hilarión Daza, ministro de la Guerra del presidente Frías, lo
depuso y asumió el mando de Bolivia. Oriundo de Sucre, había ingresado joven al
ejército; tenía una larga hoja de servicios escrita en los cuartelazos y
revueltas de su patria. Instrumento de Melgarejo, más tarde lo había
traicionado.
“Daza – dice
Arguedas – era grande, bien musculado y de una fuerza hercúlea. De temperamento
ardiente, glotón, sensual y libre de todo escrúpulo moral, le atraían la vida
fácil y los placeres groseros.”
Se generaliza en el pueblo chileno el odio hacia
Bolivia.
Pero el
mayor peligro de las vejaciones y abusos de las autoridades bolivianas no
estaba en los tumultos que provocaban, ni en el levantamiento general que por
tres veces estuvo a punto de estallar, sino en sus repercusiones en el corazón
del pueblo chileno.
Daza rompe
el tratado de 1874.
A pesar de
la actitud de la prensa y del grueso de la opinión pública, el presidente Pinto
estaba resuelto a evitar a todo trance la guerra con Bolivia. Los gobiernos
duraban poco en el Altiplano, y Pinto esperaba confiadamente que el
advenimiento de un mandatario sensato y recto permitiera poner término a los
abusos de las autoridades bolivianas en el litoral, restableciendo la armonía
entre los dos países, sobre la base del leal cumplimiento del tratado de 1874.
“Nuestro gobierno se hacía sordo a nuestras justas quejas y nos dejaba
abandonados a nuestra propia suerte”, escribía en 1880 el ex cónsul Enrique
Villegas.
Pero, como
lo presentían la prensa y la opinión pública, la debilidad, exteriorizada por
el gobierno chileno, en vez de evitar la guerra, la precipito. Daza tomo la
actitud de Pinto como manifestación de temor a verse envuelto en guerra, a la
vez, con Argentina, Bolivia y Perú, y resolvió aprovechar la oportunidad para
recuperar las salitreras concebidas a la Compañía de Antofagasta y poner
término a la peligrosa expansión chilena en el litoral boliviano.
Los gobiernos de Chile y Bolivia invocan el arbitraje
convenido en el pacto complementario de 1875.
Al mismo
tiempo que el gobierno boliviano ordenaba ejecutar en Antofagasta a la Compañía
de Salitres, su cancillería, en nota de 28 de diciembre de 1878, invocaba el
arbitraje convenido en el pacto de 1875, complementario del tratado de 1874.
El gobierno
chileno, por su lado, dirigió el 3 de enero de 1879 un oficio a su
representante en La Paz, en el cual le ordenaba proponer el arbitraje pactado
en el convenio de 1875, en la inteligencia de que, mientras el árbitro fallase,
Bolivia suspendería la aplicación del derecho sobre el salitre y sus
procedimientos contra la compañía.
Dualidad de criterio dentro del gobierno chileno.
La actitud
del gobierno chileno frente a la ruptura del tratado de 1874 por Bolivia, se
resintió de una dualidad que se prolongó hasta la declaración de guerra al
Perú.
El
presidente Pinto era pacifista, él estaba dispuesto a eludir las provocaciones
de Daza en el terreno económico con la misma paciencia que había gastado
enfrente de las arbitrariedades y vejaciones contra la población chilena del
litoral.
La
orientación opuesta estaba encabezada por el ministro del Interior, Belisario
Prats, que ante una enérgica actitud, reforzada por la voluntad guerrera del
pueblo chileno, se impuso a sus colegas, y arrastro al presidente Pinto a
asumir una actitud enérgica, que iba a culminar con la ocupación de Antofagasta
y la guerra contra Bolivia y Perú.
Transgresión y enfrentamiento.
Los años que
siguieron al acuerdo fueron bastante vertiginosos para las naciones vecinas.
Mientras nuestro país salía airoso de los vaivenes económicos que enfrentó
hasta 1878 y gozaba de una estabilidad política envidiable, Perú y Bolivia
vivían importantes cambios políticos. En 1876, en Perú, se eligió como
presidente a Mariano Ignacio Prado mientras que, en Bolivia, se inició el
gobierno de Hilarión Daza.
Ambos
gobiernos implementaron una serie de medidas para contrarrestar la crisis
económica que los afectaba, entre las que se incluyó, por parte de Bolivia, una
ley que aumentaba en diez centavos por quintal de salitre, los impuestos a las
empresas chilenas situadas en la zona de exención. Esto significaba una clara
violación al acuerdo establecido en 1874, por lo que no se hizo esperar la voz
de alerta de los empresarios chilenos, quienes desconocieron la nueva normativa
y se negaron a pagar, desencadenando una serie de hechos sin retorno.
La molestia
del gobierno boliviano fue tal que de inmediato ordenó el embargo y remate de
las salitreras chilenas de la zona. Una medida arbitraria, ante la cual el
presidente de nuestro país, Aníbal Pinto, reaccionó resolviendo la toma de la
ciudad de Antofagasta, el mismo día fijado para el remate, un 14 de febrero de
1879. Con el paso de los días, la Escuadra nacional alcanzaría hasta la altura
del río Loa, dominando casi la totalidad del litoral boliviano.
Bolivia declara la guerra a Chile. Ocupación de
Calama.
Con la
ocupación de la zona del litoral comprendida entre los grados 23 y 24, Chile
había entendido reivindicar un territorio que estimaba suyo antes de 1866, y
que había cedido a Bolivia en transacción no respetada por este país. Al
ordenar a Videla que cortara las relaciones con Bolivia, la cancillería chilena
había cuidado de recomendar a su representante que definiera el alcance
jurídico del paso que se veía obligada a dar en resguardo de la dignidad y de
los intereses nacionales. Cumpliendo sus instrucciones, el diplomático chileno
decía en su último nota al gobierno boliviano: “Roto el tratado de 6 de agosto
de 1874, por que Bolivia no ha dado cumplimiento a las obligaciones en él
estipuladas, renacen para Chile los derechos que legítimamente hacia valer
antes del tratado de 1866 sobre el territorio a que ese tratado se refiere”.
El día 27 de
febrero de 1879 se celebró un gran mitin en La Paz. Daza, dirigiéndose al
pueblo desde los balcones del palacio de gobierno, le dijo: “El día 14 de los
corrientes, dos vapores de guerra chilenos con 800 hombres de desembarco y
apoyados por un considerable número de gentes depravadas por la miseria y el
vicio, asesinos de cuchillo corvo, se han apoderado por sorpresa de nuestros
indefensos puertos de Antofagasta y Mejillones”.
Daza no
creyó necesario declarar la guerra. Pero el gobierno peruano, junto con
decidirse a cumplir el pacto de 1873, exigió a Bolivia que declarase la guerra
a Chile, a fin de impedir que se armara, durante los tres o cuatro meses que
necesitaba el Perú para completar sus preparativos. Accediendo a los deseos del
aliado, Daza la declaro el 1° de marzo de 1879. Posteriormente Perú le
declararía la guerra a Chile el 4 de abril de 1879.
Reacción guerrera del pueblo chileno.
La ocupación
de Antofagasta despertó la voluntad guerrera del pueblo chileno, que dormía
desde los días lejanos del Paucarpata y de Yungay. El instinto popular, libre
de la venda de los raciocinios y de las abstracciones jurídicas, diviso con
clarividencia lo que estadistas y políticos sólo vieron después de producirse
los acontecimientos: que la guerra era inevitable y que Chile tendría que
pelear contra el Perú y Bolivia unidos.
La información está buenaza....pero
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